miércoles, 6 de junio de 2012

Corriendo el riesgo de ser "tú" mismo


Tengo la intuición -y he de decir que creo firmemente en las intuiciones porque siento que es el lenguaje que el universo utiliza para hablar con nosotros- que la mejor forma de luchar contra la muerte, es vivir intensamente. Creo que la lucha perpetúa la causa y la hace aún más real. Estoy convencida de que aquello a lo que te resistes, persiste; aquello en lo que te enfocas, se expande; aquello que excluyes, se incluye y aquello que rechazas, te vincula. Así que no tratare de combatir la oscuridad, tratare solo de aliarme con la luz y hare de mi vida una gran oportunidad para ser feliz y avanzar despacio. Para respirar, despertar, desplegar mis alas y volar, debo recordar quien soy realmente, entender que hacia donde voy, es de donde vengo y encontrarlos soplos de inspiración que laten bajito en cada pensamiento que siento, en mis actos y en lo que escribo. Para ello opto por quererme, abrazarte, comprenderme, sonreírte, perdonarme, agradecerte… prefiero compartir y crear. Decido avanzar, no rendirme, creer, gritar sin miedo, correr sin límites. Elijo el rumbo del amor que abriga y no del odio que empuja…escojo soñar. Entendí que las emociones negativas como los celos, el rencor, el miedo…destruyen nuestra salud física y mental y las emociones positivas como la compasión, el amor, la alegría, la bondad…son constructivas, irradian en nuestra salud física y restablecen la paz mental. Tengo la certeza de que tenemos que responsabilizarnos en promover estos valores internos en que sostenernos y la suficiente claridad mental que nos empuje a crecer. Como madre, entiendo mi gran compromiso en esta labor, porque comprendo que el calor del amor maternal, la protección bondadosa y el cuidado afectuoso, condicionan y fomentan -o no-los sustentos emocionales con los que se relacionaran, mis hijas, en el futuro. No se trata solo de atender su formación escolar, preocuparnos por su correcta alimentación y adecuado crecimiento. Hablamos de dejar en el mundo seres humanos conscientes, serenos, responsables, confiados, compasivos, tolerantes, afectuosos…Estamos hablando de prepararles para ser felices. Cuando nacen nuestros hijos son seres libres, sin miedo, sin prejuicios, sin límites. Se dedican solo a “ser”. Con el tiempo-involuntariamente e incluso creyendo que es por su propio bien-vamos condicionándoles y creándoles barreras mentales y creencias que limitan sus capacidades. Les enseñamos pautas de comportamiento que en muchas ocasiones coartan su gran potencial, en lugar de reafirmarlo, valorarlo y fomentarlo. No comprendemos que a ellos no les preocupaba ser juzgado o aceptados, porque se amaban a si mismos y eran libres. Pero es difícil conservar esa actitud innovadora y creativa al crecer, porque se les educa para no equivocarse y basándose exclusivamente en sus habilidades académicas. Supongo que a veces es imprescindible ponerse cabeza abajo, para ver el mundo con perspectiva y hallar una nueva forma de crear personas. Una revolución educativa que desarrolle al ser humano en valores, reafirmando su autoestima y confianza, para fortalecerlos. En la que apreciemos las cualidades positivas de cada niño y el talento fundamental que va más más allá del establecido por el sistema educativo; el talento que no solo añade conocimiento a nuestro cerebro, sino que es capaz de iluminarlo e inspirarlo. Hablo de una reforma educativa que suba un par de peldaños más, y no solo controle, clasifique, evalúe y compare a nuestros hijos, sino que los engrandezcan como seres humanos y los enseñen a gestionar sus emociones, utilizando sus propias herramientas internas para que lleguen a se radultos social y emocionalmente inteligentes, y donde entendamos que la creatividad es tan valiosa como la alfabetización. Y esta labor de la que hablo, es una responsabilidad individual de todos los que conforman su entorno. Decía Antoine de Saint-Exupery que “a veces los niños han de tener mucha tolerancia con nosotros, los adultos”. Supongo que estamos acostumbrados a la euforia que nos produce comprar algo ansiado o conseguir ascender en la empresa, pero yo hablo de la experiencia de la alegría constante y serena que esta forma de aprender a vivir proporciona. Una sensación interior que nos eleva por encima de nuestras circunstancias, impregna y sostiene cada instante porque abarca todo y nos hace libres. Y creo que es el único camino para permanecer en los dominios de la felicidad. No importa si nos encontramos en el interior de una tormenta atronadora, porque hemos aprendido -y enseñado- como bailar bajo ella. Y ese es uno de los grandes secretos de la vida que nadie se encarga de enseñar a nuestros hijos: -“No es tan importante, pequeños, que seáis fuertes, como que seáis creativos y flexibles”. Solo así aceptaran que el cambio forma parte de la vida y deben aprender y fortalecerse tanto del éxito como del fracaso. Encontrar la forma más amable y lucida de interpretar el mundo y ser como como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie. Que entiendan que lo realmente preocupante no es la muerte, sino como vivir la vida para que no se nos escape sin haber sido felices y auténticos. Ya lo dijo el principito: Lo esencial es invisible a los ojos. Y llevaba razón, lo que no se ve, a veces es capaz de sostenernos y elevarnos ante la adversidad, aunque en ocasiones sea necesario tener el coraje de reconocer su valor. Y este coraje pertenece a los valientes. No a aquellos que no tienen miedo, sino al de los verdaderos valientes que aun teniendo miedo, se enfrentan a él, porque tienen la certeza de que merece la pena arriesgarse a vivir y entregarse a la vida. Ser como niños que no conocen el miedo a equivocarse y viven enteramente y de forma creativa, sin dejar nunca de emocionarse, sin dejar nunca de atreverse. La Doctora. Elizabeth Kübler-Ross, máxima autoridad en tanatología, acompañaba a enfermos terminales en su tránsito hacia la muerte. Ella explica que le gustaba preguntarles en sus últimos momentos, porque consideraba que posiblemente su mensaje sería fundamental-¿Si volvieras a vivir, qué harías? Estos enfermos, tuvieran la edad que tuvieran e invariablemente, contestaban-ME HABRIA ARRIESGADO MAS EN LA VIDA. Se arrepentían más de lo que no habían hecho, que de lo que hicieron aunque se equivocaran. En estos últimos años descubrí que vivir dentro de la incertidumbre te ofrece una de las mejores lecciones que podemos adquirir en la vida: creer en nosotros mismos, confiar en la vida y arriesgarnos a ser feliz. Al final entendí que lo imposible, solo requiere de un mayor esfuerzo y como dijo Herman Hesse “Para que pueda surgir lo imposible, es preciso intentar una y otra vez lo imposible”. Cuando un hombre se pone límites, limita su capacidad de alcanzar el infinito. Poseemos un inmenso planeta repleto de posibilidades girando en nuestro interior. “Tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, tienes razón”, dijo Henry Ford. No se trata de ver para creer, sino de creer para ver. Quien es capaz de creerlo, es capaz de crearlo. Y yo decido creer en mí, y olvidarme de ser victima de la vida, para convertirme en mi propio héroe. Transformarme de paciente de cáncer a impaciente de vida y ponerme en marcha con un rumbo contrario al de la enfermedad. Como dijo Haruki Murakami “El dolor puede ser inevitable, pero el sufrimiento es opcional”